martes, 10 de mayo de 2016

Eva Green y los tormentos que nos afligen

A lo largo de la edad, el tiempo pasa, entre whisky y whisky, recorriendo la banda, tratando de
conseguir un regate casi imposible que te ayude a colocar el balón entre las redes. Otras veces, cansado de esperar el centro, a la desesperada, lo intentas por ti solo, con el riesgo de que te roben la pelota, y te condenen para toda la Eternidad. Sin saber, que en el momento que te escabullas del último, serás capaz de meterla por toda la escuadra.

De todas las palabras bonitas que se inventaron en nuestra lengua, una de mis preferidas se pronuncia muy parecida a la esperanza, porque tiene la sonoridad necesaria que una vez se escucha, es capaz de alcanzar con su eco los lugares más necesarios y solitarios del alma.

Si noventa minutos dan para ganar un partido, una vida da lo suficiente para ganarse la felicidad.

En la soledad del delantero, que es al que si no marca se le echa el muerto encima, reside el momento efímero que nos aboca a lo bueno a lo malo.

Más allá de las épocas, más allá de la duda, y sobre todo, mucho más allá del miedo, reside el ansia del triunfo y de todo aquello que nos permite levantar el vuelo.

El Demonio, y sus huestes malditas, que por encima de todo nos acosan a cada paso, no son más que los eternos enemigos, que tratarán en todo momento de quitarnos la luz de la mirada.

El porqué. No lo sé.

Lo que sé, es que no segaremos sombras en silencio, que cada vez que se bombee un balón al área tendremos la oportunidad de rematar, de llevar el balón lejos de las manos de su portero de tres cabezas.

Como Eva Green en esta Serie que ya es mejor que Juego de Tronos.

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