domingo, 31 de julio de 2016

Regreso al Futuro

De Entre todas las dimensiones que podemos recorrer a lo largo del tiempo, de entre todas las fases espaciotemporales que se arremolinan sobre nuestra cabeza, que van zumbando persiguiendo el sonido de las plumas de Ícaro, al querer ascender hacia el sol...

Es sin duda de la Infancia de la que proviene el aire que acaricia nuestras mejillas, juega con nuestras melenas y nos hace olvidar los viejos y malignos deseos, que en forma de pecado, guardan los anhelos de Dédalo.

Son los ojos los que guardan el secreto de nuestros primeros pasos en esta vida, ante este mundo terrible. Y todos los cuentos, y artimañas que los mayores te cuentan para que, poco a poco, cada vez que se te cae un diente, esperes para que un ser misterioso te deje un regalo debajo de la almohada.

En los años 80 del siglo pasado, fuimos, con nuestros playeros blancos manchaditos de barro, recorriendo el camino, entre los árboles que flanqueaban la ruta, con la hojarasca volando entre nuestras pezuñas.

Qué feo, pero qué feo, de tan feo era increíblemente tierno.

E.T. navegaba su bicicleta, al compás de las libaciones de la Luna Llena, con la cesta cargada de ilusiones.

En busca del Tesoro, nos iban saliendo los dientes, guardando en nuestros sueños los presentes que los ratones imaginarios nos escabullían por debajo de las orejas, imaginando a los malvados piratas bebiendo ron mezclado con la sangre de una bruja en la noche más oscura.

Éramos como un tapón, enanos moviendo las manos, y los pequeños pies, con los pequeños ojos abiertos, de par en par, excavando en las profundidades de la tierra.

Y así, con las pestañas aleteando, y nuestra mirada malhumorada, como una niña con superpoderes, sobrevolando, con nuestro corazón de juguete, seguimos buscando el teléfono que nos pueda llevar al hogar de las hadas.

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