sábado, 16 de julio de 2016

Tus Labios

Podría empezar a describir la comisura que encuaderna tus palabras, esa boca maravillosa que pintas de rojo, dibujando en tus labios el sueño de un hombre que anhela quitarte la ropa...

Podría hablar de tus ojos azules, fantásticos, ese océano pacífico en el cual bucearía toda mi vida.

Podría decir que hoy tampoco el cartero no tiene quien le escriba,

Podría seguir hablando de Rimbaud, y de Baudelaire, y de Blas de Otero.

Podría seguir haciéndote el amor.

Pero hoy no lo voy a hacer.

Aunque podría.

Porque... «Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.»

Y ahora volvemos a encontrar los motivos para seguir creyendo.

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!

El Sol, amigo mío, sale para el mundo.

Entre las nubes, el eterno Astro, nos regala su calor, y es como escuchar las risotadas de los niños que corretean por las calles, 

Mientras la vida refulge.

De la misma manera que me iluminan tus labios...

Tu carne, pintada de rojo, late más fuerte, atronando el sonido que acalla el rumor de las tripas que nos traen el eco de la antigua hambre.

Sin libertad, mujer amada, no podría acariciar tu piel...

Qué es mi barco: mi tesoro,
qué es mi dios: la libertad,
 
mi ley, la fuerza y el viento, 
mi única patria la mar.

Sin libertad, la vida no tiene sentido, 

Sin libertad, 

no podría estar en la cama contigo.

Porque no es una poesía gota a gota pensada, no es un fruto perfecto,

Es un grito en la oscuridad, un desagravio para la Diosa Atenea,

una letanía, mecida por las olas, en honor de Nuestra Señora del Carmen.


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