sábado, 29 de octubre de 2016

Amores frágiles

Decía Dámaso Alonso que en Madrid recorrían las calles un millón de cadáveres, con los ojos redondos y las manos ensangrentadas, como en una serie de AMC, tratando, infructuosamente, de devorarnos el cerebro.

Y es que las promesas, pesan poco, como las palabras, son débiles, dejándose oscilar por el viento que se asoma por cada esquina, alejándose al otro lado del mundo.

Como prueba de su inconsistencia y volatilidad.

Cuando te tocas las manos, después de llevar soñando toda la noche, aún palpas los dedos y las uñas de las manos, tras de visionar gente que no conoces en el centro de la puta cabeza.

Y si en Madrid, Don Dámaso pontificaba, en Oviedo, Don Ramón nos relató a los pocos bohemios que aún restan al caminar, que las palabras se van haciendo, hora tras hora, al calor del corazón.

Para sonreír.

Sueños lívidos, pintados de blanco, con las nubes de ese cielo que esconde nuestro futuro inmortal, regalándonos flores pintadas de rosa en nuestro funeral,

Y cuando estemos solos, cuando nos miren con esos ojos de mierda, y ese latir ausente; me vuelva a  mirar los dedos de las manos, esperando, en silencio, que pueda poder escribir todo esta soledad que siento como mía, y que algún día me liberes de este peso que a todas luces es injusto.

Yo te quiero lo mismo que tú me quieres a mí, Gran Señor.

viernes, 21 de octubre de 2016

Las maravillas de Alicia y su país maligno

Y ahora, qué puedo decir.

Extrañándote, mientras estás con otro,

Ay,

qué vida tan perra, después de ver el calibre y el volumen de tus mentiras.

Y ahora, gracias a ti voy a volver a ser un novelista.

Con mayúsculas.

Apúntate el tanto.

Camina tranquila,

vidina.

y de paso al paro también te puedes apuntar.

Porque no aguantes,

las bragas entre las piernas.

No queriendo ser tan solemne,
como bohemio de París, he de decir que en las horas solitarias mientras el cabello acariciaba el viento, y los renacuajos del Sena lanzaban sus tiernos eruptos hacia la seda de tus labios, y del pestañeo de tus grandes ojos marrones, he cambiado a la mismísima Angelina Jolie, por el susurro de tu corazón, por el pestañeo sin igual de tu recuerdo, por el mensaje inmisericorde que acompaña a tu mirada de pena, que en su latir destrozado no hace más que dar sentido para atestiguar que no, que ya no te quiero.

viernes, 14 de octubre de 2016

A la derecha del Padre

No hay nada que me pueda hacer olvidar el aliento del mar,

cada vez que, sentado en la playa,

observo como las mismas olas se baten contra los acantilados,

Y en tus verdes prados, me dejas contemplar las acometidas del tiempo, inspirándome, al ver como el azul de las aguas nos traen los viejos susurros de mundos por descubrir.

En aquellas carcasas de madera, que llenabas de hijos tuyos, de hombres valientes, no siempre hubo un poeta que pudiese cantar,

No siempre hubo un hombre al que le cercenasen el corazón,

No todas las veces tuve la oportunidad de mirarte a los ojos.

Bajo el frío,

En lo más profundo de la noche,

Viajé,

Hasta el fin del mundo, hasta el fin de la noche.

En el amanecer,

No siempre hubo un hombre al que le cercenasen el corazón.

Y lo pudiera soportar.

Ahora, despunta tu luz,

Y entre los dedos de mi mano siento tu calor,

Viejo Padre.

Qué solos nos dejaste todo este tiempo.

Al menos,

me has regalado ver a una mujer,

a una mujer española,

que entre destellos y tirantes te desafía...


miércoles, 12 de octubre de 2016

Francesas

Siempre quise tener una novia francesa, como la de la foto que ilustra este post, y poder pasear con ella a las orillas del Sena, mientras nos apoyábamos en la balaustrada, mirando el río, en tanto alguna gaviota perdida cacareaba el ruido del mar, desafiando el sentido del cauce y los sonidos del viento.

Andaba sólo con los palabras, sin ninguna chica bonita, 

Ausente.

Sin sus caricias.

Sin su sonrisa.

Y el graznido de los pájaros, no hacía más que acrecentar esa soledad,

Y la Virgen del Pilar.

En Zaragoza,

A través de las ondas, dibujando en el agua, guiños iridiscentes, que evaporados se convierten en palabras, viejos llantos de esta Tierra impenitente, que a lo largo de los siglos no es capaz que otra cosa que mirarse las manos,

callosas,

como el alma del poeta, que los aires del Sol trata de arrugar.

Tratando de robar la alegría, toda la bondad de las inmensas carcajadas de todos los niños y niñas de España, que dibujan en lo más profundo de tus lágrimas el verano que tu viejo enemigo nunca me pudo arrebatar.

sábado, 8 de octubre de 2016

Próxima Estación Esperanza

El invierno es largo y duro,

Caen los témpanos de las copas de los árboles, ahí donde las espinas de los pinos se llenan de escarcha y de miradas muertas.

"La cebolla es escarcha de nuestros días y nuestras noches", decía el humilde poeta de Alicante, muerto con las manos abiertas, el corazón vivo y los ojos mirando al cielo.

Miguel Hernández, alma de una España silenciada, poeta, voz de las mujeres a las que se lleva el olvido,

Millones de pestañas aleteando y de corazones palpitando al compás del peor de los miedos.

Por los ríos de España corre el amor de nuestras madres, que llevan sus lágrimas al mar, allá, en donde desemboca el Río Tajo.

Nuestras ilusiones acaban donde empieza el gran océano, en las aguas donde se ahoga nuestra soledad,

Mas luego, cuando el viento se alza, y la nubes se transforman en cúmulos, las mismas gotas de agua, que una vez mojaron nuestra cara, vuelven de nuevo a deslizarse a lo largo y ancho de nuestra alma, en lo más profundo del pecho, susurrándonos al oído que la vida es mucho más que una apuesta perdida.

Para que nos oiga el mundo.