domingo, 6 de noviembre de 2016

Mal de amores

En Otoño el Sena, en la ciudad de la Luz,
baja cargado de hojas caídas de los árboles,
que,
como un viejo amor,
recorren los campos al compás de las aguas silenciosas.
Y entre sus cuatro puntas llevan,
grabadas,
las mismas sístoles de algún querer perdido.
Contempla el amante desesperado,
antes de tirarse al río,
al ver escaparse las vetas argentas en donde
se refleja la Torre de Hierro,
descifra,
en ese papel que se desliza entre los torbellinos,
la palabra de la mujer amada,
que le promete una sonrisa,
una caricia,
la vida entera.
Y envuelto,
pues,
de nuevo en su capa y en su sombrero,
vuelve a enfundar la espada,
convencido que la vida,
que la vida,
triunfará sobre la nada.




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