domingo, 11 de diciembre de 2016

Los juegos del Hambre

Si te paras a pensar,
mientras caminas por una de esas calles,
si te sientas en uno de esos adoquines,
gastados por el tiempo,
pulidos,
moldeados por el olvido.
Y te viene a ver una niña,
con los ojos redondos,
y las manos repletas de frío...
Sólo,
tan solo,
puedes reparar en su sonrisa,
y en su pequeño corazón,
que late al ritmo
de esas lejanas estrellas
en las que habitan
esos ángeles
a los que dirigimos nuestra oración.
Y un juguete,
una muñeca,
para que peine su pelo,
le haga trenzas
y la vista de princesa.
Engalanadas,
pasean por las avenidas de África,
las delicadas y distinguidas
reinas del mar,
resplandecientes,
deslizándose,
haciendo añicos el dolor,
con su mirada de ébano,
esa infinita ternura que se llama belleza,
que guarda el secreto de la Realeza.


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