sábado, 3 de marzo de 2018

Estrellas en el café

Lutecia,
así te llamaban,
así te bautizó,
ese dios de carne,
de carne laureado.
Y bajo mi piel,
entre mis venas,
tu ausencia.
Si quisiera,
si pudiera,
pedir,
suplicar,
rogar clemencia.
Con la cabeza,
con los ojos entre las manos
el latir de mi,
de mi,
de mi corazón,
sería mi penitencia.
Pero es tu presencia,
son dos estrellitas
de hielo,
que se derriten
entre el amargo sabor del azúcar,
y tus dulces labios,
que a juego con tu sonrisa,
en mi taza,
hacen que mi mirada,
y mis palabras resurjan,
alzando la voz,
para que mi gente no sufra.